El fin del conflicto en Gaza: una mirada desde la defensa del pueblo palestino
El reciente acuerdo de cese del fuego en Gaza ha abierto una puerta, aunque estrecha, hacia lo que muchos esperan sea un verdadero fin al sufrimiento palestino. Desde la perspectiva que antepone la justicia para Gaza, este instante marca una encrucijada histórica: no basta la ausencia de bombardeos o el retorno de ciertos prisioneros; se requiere un cambio estructural que reconozca, repare y proteja los derechos de un pueblo harto de destrucción, desplazamientos y muerte.
- Una tragedia que no termina con la guerra
Para millones de palestinos, la guerra ha sido catástrofe y ecosistema de opresión. Edificios arrasados, hospitales bombardeados, servicios esenciales como agua y electricidad interrumpidos, barrios convertidos en ruinas, desplazamientos masivos… Estos son hechos ya documentados.
Un alto al fuego puede poner fin al estruendo de las explosiones, pero no restaura con rapidez hogares, ganadería, cultivos, instituciones culturales o educativas destruidas; no apaga los pozos de dolor, los traumas ni el sentimiento de despojo que atraviesa generaciones. La gente en Gaza no solo reclama seguridad física, sino dignidad: que su vida cuente, que su voz determine su futuro, que su pertenencia territorial y nacional sea respetada.
- Condiciones mínimas para que el fin sea real
Desde la óptica pro-palestina, no todos los “fines” son iguales. Para que de verdad se pueda hablar del fin del conflicto, se necesita algo más que un alto al fuego temporal. Estas son algunas condiciones mínimas:
Cese permanente de hostilidades, sin excusas legales ni militares que permitan reanudar la ofensiva, bajo promesas condicionadas o interpretaciones vagas. Los acuerdos deben ser claros, con obligaciones verificables.
Retirada israelí total de los territorios ocupados durante los ataques, reconstrucción del control territorial palestino, sin ocupación encubierta ni control militar unilateral. La soberanía sobre Gaza debe volver a manos palestinas, con respaldo internacional que garantice el respeto.
Fin del bloqueo y restitución de acceso libre a bienes esenciales, al movimiento, al comercio, al paso fronterizo. Gaza ha sido sitiada no solo por muros o checkpoints, sino por restricciones al hambre, a la salud, al agua y a la reconstrucción. Eso debe revertirse completamente.
Reparación y reconstrucción bajo control palestino con participación comunitaria, transparente y justa. No basta que los donantes financien obras si esas obras son comandadas desde afuera o impuestas sin contar con las necesidades reales del pueblo. Edificaciones que duren, hospitales que funcionen, escuelas, carreteras, redes sanitarias… reconstrucción integral.
Justicia y rendición de cuentas: quienes ordenaron bombardeos indiscriminados, desplazamientos forzados, violaciones de derechos humanos deberán responder. No puede haber impunidad. Solo con verdad y sanción se puede promover el respeto del derecho internacional y disuadir nuevas atrocidades.
Reconocimiento del derecho al retorno y el derecho a no ser desplazado. No hay paz verdadera si millones siguen viviendo como refugiados sin posibilidad de volver o con esa posibilidad condicionada. La Nakba no es sólo historia; es una herida viva.
- Los riesgos latentes que amenazan el final
Un fin “de fachada” es posible si no se vigilan ciertas derivaciones peligrosas:
Que el alto al fuego se convierta en pausa prolongada sin cambios reales, permitiendo que las estructuras de bloqueo se mantengan, los puntos fronterizos sean controlados unilateralmente por Israel, o que se introduzcan condiciones que limiten la autonomía palestina.
Que la reconstrucción se haga con intereses externos con más poder e influencia que las propias instituciones palestinas, lo que reproduce dinámicas de dependencia, y que la intervención internacional sea más simbólica que útil.
Que se excluya al pueblo palestino del proceso decisorio, considerándolo objeto pasivo de acuerdos entre potencias o intermediarios. No puede haber paz sin participación popular, sin empoderamiento local, sin que quienes sufrieron digan cómo reconstruyen su vida.
Que se ignore la unidad palestina: Gaza y Cisjordania no pueden ser islas políticas separadas si realmente se aspira a un Estado viable. El conflicto no se resolverá solo con Gaza.
Que se banalice el sufrimiento convirtiéndolo en cifras o actos aislados, sin continuidad humana, sin memoria, sin enseñanza, sin pedagogía de lo que no debe repetirse.
- ¿Qué avances hay y qué queda por hacer?
Existen señales esperanzadoras: planes de reconstrucción ya presentados por la Autoridad Palestina (AP), declaraciones internacionales que reconocen la urgencia de una solución duradera, promesas de financiamiento para reconstrucción.
Pero esos planes enfrentan obstáculos enormes: fragmentación del poder entre Hamas y AP, la desconfianza entre actores internacionales, la lentitud o condicionamiento del acceso humanitario, la destrucción extensiva de infraestructuras, la división política. Y sobre todo, la falta de voluntad política de quienes sostienen el poder en Israel o quienes financian implicaciones militares, de seguir una línea que permita el retorno de derechos básicos a Gaza sin condiciones insostenibles.
- Hacia un horizonte de justicia
Para quienes defienden al pueblo palestino, un “fin del conflicto” auténtico no se concibe sin justicia. Y esa justicia se articula en derechos; no concesiones caritativas, sino reconocimientos de obligaciones. El derecho internacional – resoluciones de la ONU, principios de derecho humanitario, derechos humanos – debe tener peso real.
Se trata de restablecer lo que ha sido sistemáticamente roto: la tierra, los hogares, la familia, las instituciones, la voz política. Pero también de construir algo nuevo, con dignidad. No solo sobrevivir; vivir con derechos, participación, esperanza.
Un Estado palestino soberano, con fronteras reconocidas internacionalmente, con libertad de movimiento, con justicia para los refugiados, con seguridad para sus ciudadanos, con derechos garantizados; esa es la visión con la que muchos palestinos entran en este “fin del conflicto”.
- Conclusión: el fin es posible, si se quiere
El final del conflicto en Gaza puede dejar de ser un deseo anecdótico para convertirse en realidad concreta, pero solo si hay compromiso: político, moral, institucional y social. No basta con la diplomacia de titulares, ni con los simposios internacionales que luego no se traducen en actos cotidianos.
El fin verdadero exige poner al pueblo palestino como sujeto, no como objeto. Escuchar sus voces, reparar sus pérdidas, garantizar su futuro. Debe ser un fin marcado por responsabilidad, no por silencios.
Si ese fin se logra, será una victoria no solo para Gaza, sino para la justicia en el mundo. Pero si no, lo que venga después del alto el fuego será solo otra pausa en una herida que no cierra.
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