La función de la ideología en la sociedad contemporánea
Hablar de ideología es hablar de cómo pensamos, sentimos y actuamos en sociedad. Aunque a menudo se asocia con doctrinas políticas concretas, en realidad la ideología impregna casi todos los aspectos de la vida cotidiana: desde los valores que consideramos “naturales” hasta la forma en que justificamos nuestras decisiones colectivas. Comprender su función es esencial para entender la política, la cultura y las relaciones de poder en la actualidad.
Ideología: más que un conjunto de ideas
Durante mucho tiempo se pensó la ideología como un “conjunto de creencias falsas” que distorsionaban la realidad y servían a los poderosos. Sin embargo, esta visión simplista resulta insuficiente. La ideología no se limita a engañar, sino que estructura la manera en que percibimos el mundo. Es el marco invisible que nos indica qué es posible, qué es deseable y qué es impensable.
Por ejemplo, cuando en un debate económico se afirma que “no hay alternativa” a las políticas de austeridad, no se está enunciando un hecho técnico, sino transmitiendo un imaginario ideológico: el de que el mercado y sus reglas son inevitables. La ideología, en este sentido, no se presenta como discurso externo, sino como sentido común.
La función de la ideología en la política
Uno de los aspectos más relevantes de la ideología es su papel en la política. Las decisiones de millones de personas no dependen únicamente de sus intereses materiales inmediatos, sino también de las narrativas que otorgan coherencia y legitimidad a esos intereses. Así, sectores populares pueden apoyar opciones políticas que no favorecen sus condiciones de vida porque las interpretan desde un marco ideológico que les resulta convincente.
La ideología cumple varias funciones clave:
1. Legitimar el poder. Permite que las relaciones de dominación sean aceptadas como naturales. La desigualdad económica, por ejemplo, puede justificarse como fruto del mérito individual, invisibilizando factores estructurales.
2. Cohesionarse socialmente. Las sociedades necesitan un relato compartido que les otorgue unidad. La ideología ofrece símbolos, valores y mitos que generan identidad común: nación, progreso, libertad, seguridad.
3. Orientar la acción política. La ideología no solo justifica lo existente, también moviliza hacia el cambio. Revoluciones, movimientos sociales o luchas feministas han sido posibles gracias a ideologías capaces de imaginar futuros alternativos.
El consentimiento y la hegemonía
El filósofo Antonio Gramsci señaló que el poder no se sostiene únicamente mediante coerción, sino sobre todo gracias al consentimiento. Las élites construyen hegemonía cuando logran que sus intereses particulares se perciban como universales. En otras palabras, cuando consiguen que amplias mayorías asuman como “sentido común” aquello que conviene a los grupos dominantes.
Hoy, la hegemonía se construye principalmente en el terreno cultural y mediático. La publicidad, el entretenimiento y las redes sociales no son neutrales: transmiten formas de ver el mundo que refuerzan valores como el consumismo, la competitividad o la individualización. La función de la ideología aquí es naturalizar esos valores hasta el punto de que resulten casi invisibles.
Ideología y medios de comunicación
En la era digital, los medios tradicionales ya no son la única fuente de discursos ideológicos. Plataformas como Facebook, X o TikTok funcionan como escenarios donde circulan narrativas fragmentadas y polarizadas. Los algoritmos priorizan mensajes que generan emociones intensas —miedo, indignación, entusiasmo— y, en consecuencia, amplifican ideologías extremas o simplificadas.
Esto no significa que las ideologías hayan perdido fuerza; al contrario, están más presentes que nunca. Lo que ha cambiado es el modo en que se difunden: ya no a través de doctrinas cerradas, sino mediante microdiscursos que se viralizan y configuran nuevas formas de identidad política.
Ideología y vida cotidiana
La función de la ideología no se reduce al terreno de la política institucional. También atraviesa la vida cotidiana. Cuando pensamos en la familia, el trabajo, la sexualidad o el consumo, lo hacemos desde marcos ideológicos que nos dicen qué es “normal” y qué no lo es.
La idea de que “el éxito depende únicamente del esfuerzo individual” es un ejemplo de ideología meritocrática.
La noción de que “la seguridad está por encima de la libertad” refleja una ideología securitaria.
La creencia de que “ser mujer implica cuidar de los demás” responde a una ideología patriarcal.
Estas ideas no surgen de manera espontánea: son el resultado de procesos históricos y culturales que buscan sostener determinadas estructuras de poder.
Ideología y resistencia
Si la ideología sirve para legitimar y mantener lo existente, ¿qué espacio queda para la transformación social? Precisamente porque es un terreno simbólico, la ideología también puede ser cuestionada y disputada. Movimientos como el ecologismo, el feminismo o el antirracismo son ejemplos de luchas ideológicas que desafían los sentidos comunes dominantes.
Cambiar la realidad requiere modificar los imaginarios que la sostienen. Cuando el feminismo logra que la violencia machista deje de ser considerada un asunto privado para entenderse como un problema político, está cumpliendo una función ideológica de enorme alcance emancipador.
El desafío de nuestro tiempo
Vivimos en una época de incertidumbre, marcada por crisis económicas, climáticas y políticas. En este contexto, la función de la ideología es doble: por un lado, estabilizar un orden en riesgo; por otro, abrir horizontes de posibilidad. De qué ideología logre imponerse dependerá el rumbo de nuestras sociedades.
La tarea crítica consiste en hacer visible la ideología allí donde se presenta como neutral, cuestionar los sentidos comunes establecidos y promover narrativas que fortalezcan la igualdad, la solidaridad y la justicia. No se trata de liberarse de la ideología —algo imposible—, sino de tomar conciencia de su función para orientar mejor nuestras decisiones colectivas.
Conclusión
La ideología es más que un conjunto de doctrinas políticas: es la trama invisible que sostiene nuestra percepción del mundo, legitima relaciones de poder y orienta nuestras acciones. Su función es tan poderosa que, sin ella, ninguna sociedad podría mantenerse unida. Pero esa misma fuerza la convierte en un campo de batalla crucial: quien controle el relato ideológico, controlará también el horizonte de lo posible.
Comprender la función de la ideología en la sociedad contemporánea no es un ejercicio meramente teórico: es un paso necesario para la acción política y para la construcción de futuros más justos y habitables.
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